Vivimos momentos de mucha incertidumbre entre nuestra comunidad. Nuestro mundo se ve amenazado por la intolerancia y el odio a los inmigrantes, el desmantelamiento de las protecciones federales a nuestra salud y del ambiente, la negación de la realidad del cambio climático, y más recientemente, por el triste fracaso de nuestros líderes en tomar acción para frenar la epidemia de violencia con armas de fuego que afecta al país.
Como científico climático y padre de familia sé cuán urgente es que toda la sociedad se movilice para frenar éstos preocupantes ataques a nuestra salud y bienestar, y no estoy sólo en ello: La comunidad de origen latinoamericano en EE.UU., también exige a nuestros líderes que protejan nuestra salud, bienestar, y medio ambiente, y al mismo tiempo, fortalezcan nuestra democracia.
El vínculo entre el bienestar humano y la democracia
La prosperidad económica en los Estados Unidos ha sido el resultado, en parte, del fuerte apego histórico del país con un quehacer científico rigoroso e independiente, o sea, libre de influencias político-partidistas o que busquen el interés personal por encima del bienestar social.
Por supuesto, dicha prosperidad no está ni ha estado repartida por igual entre la población: sabemos, por ejemplo, que las personas de color y con bajo ingreso viven más cerca de fuentes de contaminación industrial que otras poblaciones, y que muchas desigualdades en la concentración de contaminantes atmosféricos y en nivel socio-económico contribuyen a que muchas comunidades de origen latinoamericano se vean más afectadas por la contaminación del aire. La ciencia también nos dice que las poblaciones más vulnerables al cambio climático—en EE.UU. y alrededor del mundo—son personas de bajo ingreso y usualmente de color.
El derecho a condiciones de vida saludable como un medio ambiente limpio y sano está reconocido como fundamental para el pleno ejercicio de los derechos democráticos en los que está basada, en principio, una sociedad como la de los EE.UU. Pero durante las últimas décadas hemos visto cambios muy preocupantes en el uso de la ciencia para la toma de decisiones y la implementación de políticas gubernamentales que garanticen un ambiente sano para todos.
Por ejemplo, las nominaciones de científicos expertos para ocupar puestos de alto rango en el gobierno o en juntas de asesoría científica se ven obstaculizadas por intereses anti-científicos. Los medios tradicionales y en línea, tanto como los poderes legislativos a nivel federal y estatal se ven saturados por campañas de desinformación que fingen utilizar la ciencia como fundamento para desmantelar los estatutos legales que nos protegen de alimentos con azúcar en exceso, peligrosas sustancias químicas en productos de consumo. La realidad del cambio climático—reconocida en casi todo el resto del planeta—es habitualmente ignorada por sectores influyentes de la clase política y empresarial norteamericana. La investigación científica nos ha confirmado los dañinos efectos del peligroso químico chlorpyrifos a la salud de los niños, especialmente entre los hijos de trabajadores del campo que viven o laboran en campos agrícolas–los cuales son en su mayoría hispanos. Sin embargo, la administración del president Trump hace caso omiso a lo que dicen los científicos de sus propias agencias, autorizan el uso de dichas sustancias peligrosas, y ponen en peligro la salud de nuestra gente.
¿Qué podemos hacer?
Todo esto ocurre en momentos en que la humanidad se enfrenta a graves problemas ambientales, económicos, de salud y seguridad en su historia. Union of Concerned Scientists, muy consciente de los retos, ostenta una larga trayectoria en utilizar la ciencia para solucionar los problemas sociales y ecológicos más apremiantes. Pero no lo podemos hacer nosotros solos. Necesitamos de su voz como miembro de la comunidad latina en los EE.UU para poder avanzar hacia un futuro sano, seguro, y sostenible.
La devastación tras desastres recientes como el huracán María en Puerto Rico y Harvey en Texas evidencian el impacto desproporcionado al cambio climático que sufren los latinos y otras comunidades de color. La manera más efectiva de proteger a nuestras comunidades es garantizando que las políticas públicas sean diseñadas teniendo en cuenta la evidencia científica y con el objetivo de beneficiar a todas las personas y no sólo a unos pocos. Alce su voz y ayúdenos a exigir a nuestros líderes que busquen soluciones justas a la crisis ambiental y climática.