En septiembre de 2022 se cumplirán cinco años de la destrucción y miseria causada por el Huracán María en Puerto Rico, y el Servicio Nacional de Meteorología pronostica que la temporada de huracanes de este año será muy activa y peligrosa. Para entender un poco lo que se aprendió sobre resiliencia de cara al huracán y la respuesta de las comunidades, recientemente hablé un buen rato con Tania Rosario Méndez, Directora Ejecutiva de Taller Salud, una organización sin fines de lucro con base en Loíza, Puerto Rico, enfocada en mejorar el acceso de las mujeres a la salud, reducir la violencia en la comunidad, y apoyar su desarrollo económico a través de la educación y el activismo. Como muchas otras organizaciones de base comunitaria en Puerto Rico y lideradas por mujeres, Taller Salud ha asumido la tarea de la recuperación y resiliencia de sus comunidades frente a la crisis climática, fiscal, y social que enfrenta agudamente Puerto Rico tras la devastación causada por el Huracán María. Taller Salud trabaja desde una perspectiva feminista que prioriza la autonomía de la mujer, la equidad de género, la mirada interseccional y la mirada decolonial.
Aquí presento una transcripción de nuestra conversación reciente en base a varias preguntas que le hice a Tania.
Descríbenos la comunidad a la que sirves.
Taller Salud tiene su sede en el municipio de Loíza, Puerto Rico. Está localizado unas 16 millas al este de San Juan. Al norte tiene el Océano Atlántico y al sur un humedal de mangle y caño del Río Grande de Loíza. Loíza se une a una parte del estuario de la Bahía de San Juan. Es como una isleta conectada por puentes a la isla de Puerto Rico. En el Siglo XIX esclavos libertos y cimarrones (esclavos fugados) se asentaron en Loíza por la facilidad con la cual podían mantenerse escondidos debido a lo difícil del terreno, y estas condiciones geográficas tuvieron implicaciones políticas. Ciertamente, Loíza no es el único ejemplo de comunidades cimarronas o de esclavos libertos, pero en Loíza la comunidad abarca el municipio entero y no solo sectores o barrios como en otros pueblos en Puerto Rico.
En Loíza se dió un enclave afropuertorriqueño, y el aislamiento geográfico permitió el desarrollo de una cultura única cuyas fortalezas están arraigadas en esa cultura. Por ejemplo, la comida, el tejido social comunitario, la música, la artesanía, la religión. El sentido de identidad afropuertorriqueña y sus herramientas hacen que la comunidad de Loíza sea única en Puerto Rico.
Pero del aislamiento también resultó la creación de rezagos en el desarrollo socioeconómico. Es como si el resto de Puerto Rico no le perdonara a Loíza el atrevimiento de existir y se le haya negado acceso a todos los servicios. No hay centros comerciales, supermercados, institutos de educación post-secundaria ni hospitales. Abunda la desinversión y esto ha tenido consecuencias: es uno de los pueblos de Puerto Rico con la tasa más alta de violencia, de personas que no completan su educación secundaria y de pobreza.
Loíza es una comunidad caribeña afrodescendiente con una historia y un tejido cultural distintivos, y un hermoso y rico entorno natural costero y ribereño muy codiciado por muchos intereses. ¿Nos podrías contar un poco como dichos intereses han afectado la calidad de vida y ambiental de las y los loiceños?
El litoral loiceño no ha sido objeto de mucho desarrollo (no hay hoteles, por ejemplo). Pero después del Huracán María, se vieron de lejos los colmillos del capitalismo que especula con la tragedia. El propio diseño del plan de recuperación a largo plazo descansa en que la gente se vaya y no vuelva, en que se creen factores que disminuyan el valor de la propiedad de manera artificial (por ejemplo este es un efecto de los mapas de inundaciones) para poder impulsar procesos de compra masiva de tierras que después, de forma mágica, los riesgos de inundación puedan ser mitigados y las tierras desarrolladas. Eso se vió muy rápidamente tras el huracán.
También se puede ver como el racismo ambiental es algo bien concreto. Hacer redlining literal de zonas inundables, desinvertir en ellas para que no valgan nada, repartir parcelas (a otros que no son lugareños de Loíza) para que vivan allí, [agravado con la limitación de que] los programas federales proveen fondos solo para relocalizar a la gente. Pero el aumento en el precio de la vivienda no permite la relocalización.
Muchas veces escuché la pregunta ‘¿Porqué no se van si no es seguro [vivir en zonas inundables]?’ y yo digo: “¡Guau!; ¿cuánta crueldad, cuánta insensibilidad y cuánta estrechez de mente puede tener alguien que dice algo asi?” Pues mira, no se van porque la suegra vive arriba, la mamá vive en la casa del lado, la hermana vive al frente, los nenes caminan a la escuela; todo el mundo los puede cuidar. Si trabajas tres turnos de enfermera en el hospital pues tienes apoyo. A nadie le va a faltar comida nunca. Tienen construida su red de apoyo-la que el gobierno no les da—y la han construido ellas mismas.
A cinco años del Huracán María, ¿cómo evalúa Taller Salud su gestión con la comunidad frente al desastre y sus consecuencias?
Pues mira, la primera reflexión que hicimos nosotras (el personal de Taller Salud) es que al igual que la comunidad a la que servimos, también fuimos sobrevivientes del huracán. Pero no nos veíamos en ese momento como sobrevivientes porque no habíamos perdido nuestras casas ni nuestros empleos. Y nos dimos a dos tareas iniciales: primero, sobrevivir en lo personal, y segundo, evitar muertes entre una comunidad que había sido abandonada.
En estas tareas hicimos lo más feminista posible que podíamos con nuestras circunstancias y nunca nos planteamos que no fuera trabajo feminista. Nuestros lentes para comprenderlo todo y nuestra brújula moral para tomar decisiones fueron y son la defensa de la autonomía de la mujer, la defensa de la equidad, la mirada interseccional y la mirada decolonial.
Y esta reflexión sobre el trabajo que hicimos después de Maria ha servido para reafirmar una postura completamente anclada en la justicia ambiental que no teníamos antes del huracán.
Por ejemplo, el acceso a la vivienda digna es algo que antes del huracán no nos habíamos planteado que era un asunto que Taller Salud debía de atender. El problema del acceso a una vivienda digna fue visto antes de Maria por nosotras como un elemento clave sólo para apoyar los procesos de sanación de las víctimas de violencia doméstica, y no como un elemento básico cuya ausencia pone en riesgo las vidas de todas las mujeres boricuas, en especial las mujeres negras. El huracán nos catapultó más rápidamente a los temas a los que ya íbamos encaminadas a llegar.
Ingenuamente, nosotras asumimos que la ayuda de parte del gobierno federal y de Puerto Rico iba a llegar prontamente, así que pospusimos la repartición de toldos, por ejemplo. Pero como sabemos, esa ayuda nunca llegó. Y tras el huracán María, siguió lloviendo por días, así que las aguas no bajaron y muchas casas en Loíza fueron cubiertas por el agua. Nosotras organizamos brigadas para recolección y repartición de alimentos esperando rescates que nunca llegaron. La comunidad asumió ese rol y rescató sobrevivientes y encamados, usando dinghies, jet skis, kayaks.
Este tipo de circunstancia la vimos con mucho desconcierto sin darnos cuenta en esos momentos de que esto ocurrió en un contexto en el que las capacidades de respuesta del gobierno habían sido mermadas y desmanteladas a propósito.
Un factor agravante, por ejemplo, fue la creación de un Departamento de Seguridad Pública seis meses previo a María, el cual funcionó como una sombrilla burocrática [bajo la cual se centralizó la gestión de varias agencias del gobierno de Puerto Rico ante el desastre] con poca claridad y mucho desacuerdo interno sobre quién toma las decisiones.
Descríbenos un poco la gestión de Taller Salud justo después del Huracán María
Nuestra gestión inmediata estuvo enfocada en salvar vidas. Procuramos alimento, agua, productos de primera necesidad, visitamos los albergues para identificar necesidades especiales por ejemplo entre mujeres víctimas de violencia doméstica.
La organización logística acordada por Taller Salud previo al huracán nos permitió al directivo juntarnos en persona en un lugar de encuentro preacordado y tomar decisiones apenas dos días después de María. Tres días después del huracán ya llevábamos un camión con suministros a Loíza. Creamos un sistema de consulta con el liderato comunitario para recibir insumo sobre todas las decisiones que iba a tomar Taller Salud.
Para poder seguir operando como organización, priorizamos a las participantes, líderes, y empleadas de Taller Salud. Fuimos a buscarlas a sus casas o en refugios, y levantamos censos de necesidades para poder establecer criterios de distribución de ayuda material a ellas. Para el personal de Taller Salud, como Directora Ejecutiva me di a la tarea de obtener fondos de nuestros patrocinadores y fundaciones para asegurarle cuatro meses de salario.
Cuando pudimos reunirnos con nuestras líderes comunitarias, nos topamos con algo maravilloso. Ellas, con poca educación formal y sin capacitación en epidemiología, habían levantado censos con categorías de prioridades para salvar vidas. Sabían dónde estaban los diabéticos, las necesidades de refrigerar insulina, dónde y cuántos encamados solos y acompañados, embarazadas en último trimestre, infantes menores de dos años. Multiplicaron la eficiencia de la ayuda distribuida porque sabían dónde estaban las necesidades.
En la gestión de Taller Salud resalta la aplicación de la defensa de la autonomía de la mujer y de la equidad como principio. ¿Cómo aplicaron esos principios?
Elevamos el conocimiento local y liderato existente, y fuimos muy cuidadosas de no imponer formas modernas ni ortodoxas de hacer las cosas, por ejemplo no les dijimos: “Eso se hace en Excel”. Nuestra práctica fue respetuosa, horizontal, equitativa, y priorizó la defensa de la vida por encima de la defensa de los bienes (lo cual es la lógica capitalista). Nuestras prácticas están amarradas a los principios feministas.
Para que tengas una idea más clara sobre como aplicamos el feminismo comunitario, te cuento que en una asamblea en diciembre de 2017, las líderes comunitarias de Taller Salud sometieron una propuesta para formar grupos de promotoras de salud comunitaria que pudieran identificar los determinantes sociales de salud tanto como los factores de riesgo. Querían traer marcos teóricos y herramientas de salud pública para fortalecer las prácticas ya desarrolladas por ellas, con el propósito de crear programas de promoción a la salud en la comunidad con base en estos conocimientos. Antes del final de 2017 las habíamos capacitado y en febrero de 2018 lanzamos un programa con financiamiento.
Y esta manera de trabajar en comunidad contrasta mucho con el modelo de atención a desastres y otras necesidades que emerge desde las instancias de gobierno. Ese modelo carece de perspectiva de género, lo cual permite que el orden de atención sea el orden de llegada y no el orden de necesidad. El primero que llena la solicitud de atención de FEMA es el que habla y escribe en inglés, el que es diestro con una computadora o en internet. Las trabas [para accesar servicios] son inmensas y están diseñadas así para que las personas desistan.
¿Cuáles son los principales obstáculos para incrementar la calidad de vida (social, económica, ambiental) y para afrontar los impactos climáticos en Loíza?
Veo dimensiones estructurales, algunas de las cuales no pueden ser solucionadas en Loíza. El primer escollo estructural lo componen, primero, el hecho de que la soberanía de Puerto Rico radica en el Congreso de los Estados Unidos, segundo, la Junta de Control Fiscal [establecida por la ley PROMESA] y tercero, la reestructuración de la deuda de más de 72 mil millones de dólares [del gobierno de Puerto Rico] para pagar a los bonistas. Esto es muy preocupante porque esa deuda la van a pagar las generaciones presentes, futuras y las clases trabajadoras. La mera noción de que exista desde el congreso una junta que tenga más poder que el gobierno electo es un escollo muy grande.
Veo también que otro gran obstáculo es la expresión del racismo en Puerto Rico con un sesgo inconsciente (unconscious bias). En Puerto Rico no hay un racismo fácilmente identificable que haya sido codificado por ley y aceptado. Pero hay un racismo que forma parte de los sesgos inconscientes con los que se le niega servicios y oportunidades a la gente. Sus expresiones más preocupantes son tres.
Primero, el racismo ambiental, visible en la pobreza en las zonas más vulnerables climática y geográficamente, donde abundan la basura y descarga de contaminantes tóxicos, por ejemplo. Segundo, la violencia de género con sesgo racial mediante el cual las mujeres negras son las más expuestas a violencia racial y de género. Por último, el racismo que produce el conducto de la escuela a prisión (school to prison pipeline) en Puerto Rico, que produce las condiciones para que los jóvenes negros y afrodescendientes no terminen su educación secundaria, que sean procesados criminalmente como adultos, de dañarse el expediente, de no poder conseguir empleo. Este racismo no cuenta con datos recolectados por el estado, pero es evidente al visitar una institución penal o una escuela.
El sesgo inconsciente es un gran escollo porque impide la movilización política para la erradicación del racismo en Puerto Rico. Existe movilización política para la defensa de los confinados y de la niñez maltratada, para que hayan juicios justos y para continuar la prohibición de la pena de muerte. Pero el sesgo es inconsciente y la organización política es por asunto; no se ve el vínculo racial que amarra todos estos temas. Por ende, no produce un reclamo para la erradicación del racismo. Otro escollo es que existe mucha desmovilización ciudadana; la movilización solo se activa cuando los peligros son inminentes–por ejemplo, maestros a punto de perder el retiro, o un gasoducto que ya está en construcción.
Por otra parte, veo muchos retos para desarrollar la formación política de las personas y la organización comunitaria. Entre los retos, existe en Loíza una gran exposición a la violencia a temprana edad, ya sea como testigos de violencia, objetos de violencia, o sujetos de violencia contra otros. Esto tiene consecuencias cognitivas y para el aprendizaje. Por ejemplo, el Informe sobre Desarrollo Humano en Puerto Rico recalca la elevación en los niveles de cortisol tóxico entre la niñez crónicamente expuesta a estresores como la violencia. A pesar de no haber datos certeros, la experiencia de nosotras en la comunidad nos dice que la violencia está normalizada desde temprana edad, y que esto contribuye a la incapacidad de comprender como se relaciona con las múltiples formas de violencia que experimenta la gente de Loíza.
Imagínate que la comunidad de Loíza pudiera implementar su visión de un futuro resiliente frente a los retos que enfrenta. ¿Cómo crees que sería ese futuro, como se transformaría la comunidad?
A pesar de la tristeza y desconcierto provocados por el huracán, durante el primer año después del mismo pasamos por un proceso de construir redes de auxilio comunitario y de recuperación, de planificar la reconstrucción, de crear planes de recuperación comunitaria ante desastres–no solo individuales o familiares. Eso no se puede deshacer fácilmente, ya que impactó las vidas de la gente y construyó poder.
Se pueden inventar nuevas formas de oprimir, más no podrán hacer desaparecer lo que ya sucedió. En Loíza, esto está anclado al hecho de que las personas que asumen roles de liderato tienen de alguna manera alguna consciencia histórica de lo que están tratando de sanar. Lo he visto en Loíza: la formación de redes de líderes, el trabajo en coalición, el aprendizaje sobre riesgos ambientales específicos que permiten diferenciar los riesgos de la erosión de los riesgos por inundaciones, o de la necesidad de dragar un caño. Es conocimiento adquirido en el proceso de planificar la reconstrucción de sus comunidades.
También lo he visto en el contexto de articular un desarrollo económico que sirva las necesidades de la comunidad. Se han dado proyectos a pequeña escala donde hemos visto éxito. Si mantenemos los mismos criterios feministas que aplicamos para proteger a la comunidad durante la situación crítica del desastre, estos mismos se deben usar para planificar la verdadera recuperación económica.
Tania Rosario Méndez es Directora Ejecutiva de Taller Salud. Tiene una maestría en Salud Pública de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, Puerto Rico.