Traducido del inglés por Felipe Castro
Mientras una ola de frío ártico sin precedentes se apoderaba de Estados Unidos, una ola de calor sin precedentes se extendía por partes de Sudamérica durante gran parte de los últimos meses. Mientras nos encontramos en medio de brutales tormentas invernales en el hemisferio norte, resulta fácil olvidar que es verano en el hemisferio sur.
Y al igual que el verano en Estados Unidos, este período (diciembre, enero y febrero) se ha transformado en una “temporada de peligro” producto del cambio climático, plagada de mortíferas olas de calor, sequías e incendios forestales.
Una ola de calor y una sequía históricas
Estoy desde principios de diciembre visitando a mi familia en Rosario (Argentina), donde el calor ha sido implacable, con muy pocos días de alivio. Rosario es una importante ciudad portuaria exportadora de cereales situada a orillas del río Paraná, a unos 320 kilómetros al noroeste de Buenos Aires (y famosa por ser la ciudad natal de Lionel Messi).
Desde mediados de noviembre a mediados de febrero, 60 de los 90 días han tenido una temperatura máxima superior a 90°F/32°C (frente a 24 días registrados históricamente). Treinta y tres de estos días han superado los 95°F /35°C (frente a los 7 días registrados históricamente), y 16 han superado los 100°F/37°C (frente a 1 día registrado históricamente). Eso, sin contar la humedad-utilizada para calcular la “sensación térmica”- que, lo puedo asegurar, ha sido brutal, haciendo a veces demasiado calor para salir a la calle.
De hecho, un estudio reciente ha examinado partes de esta ola de calor-desde finales de noviembre hasta el 11 de diciembre de 2022-y ha descubierto que el cambio climático la ha hecho 60 veces más probable. Sesenta veces más probable es una cifra notable para mí. Como científica del clima, estoy acostumbrada a leer cifras de atribución del orden de magnitud de 15, 20 o quizá 30 veces más probable. Además de gran parte de la mitad norte de Argentina, la ola de calor considerada en el estudio también ha afectado al sur de Bolivia, al centro de Chile, así como a gran parte de Paraguay y Uruguay.
Otro estudio, publicado en 2023, concluyó que la actual ola de calor ha exacerbado los efectos de una catastrófica sequía que ha estado afectando por años a la región en general. El calor y la sequía han provocado, entre otros efectos, incendios forestales de consecuencias mortales en Chile y han diezmado el rendimiento de cultivos clave en Argentina, como la soja y el maíz (Argentina es uno de los principales países desde los cuales Estados Unidos importa soja).
Como consecuencia, los ingresos de las exportaciones agrícolas han disminuido en Argentina un 61 por ciento en el último año, lo que ha agravado los problemas económicos en una situación de recesión ya de por sí grave.
Pequeñas contribuciones, grandes consecuencias
La crisis climática es una realidad ineludible en Sudamérica en estos momentos. Con tantas comunidades vulnerables -por ejemplo, se calcula que el 42 por ciento de la población argentina vive por debajo del umbral de pobreza-, las consecuencias pueden ser desgarradoras.
Cuando paso por asentamientos informales que carecen de aire acondicionado, me pregunto en los días de calor extremo cómo se mantienen a salvo los residentes (entre quienes hay bebés y ancianos). El otro día, cuando las temperaturas se disparaban, un hombre empapado en sudor paró a mi familia para pedir ayuda, pues acababa de salir de un centro de rehabilitación de drogadictos y ahora vive en la calle. Aunque le dimos dinero, ¿de qué le va a servir si hasta el mero hecho de estar afuera es peligroso?
Resulta aún más perturbador ver quién es responsable del cambio climático y considerar que hay personas, empresas y países que se enriquecen con la crisis climática.
Un estudio tras otro ha demostrado que la industria de los combustibles fósiles, por ejemplo, conocía los efectos de sus productos sobre el clima y, sin embargo, tomó medidas intencionadas para desinformar a la gente y frustrar la acción por el clima, de modo que la población de Estados Unidos y de todo el mundo siguiera enganchada a sus productos. Estas mismas empresas han registrado beneficios récord: ExxonMobil, Shell, BP, Chevron y TotalEnergies obtuvieron, en conjunto, casi 200.000 millones de dólares en ganancias tan sólo el año pasado.
A nivel de países, Estados Unidos es el mayor contribuyente histórico a la crisis climática, habiendo aportado alrededor de una cuarta parte de todas las emisiones de dióxido de carbono (el principal impulsor del calentamiento global) entre 1750-2020. En 2019, Brasil fue el único país sudamericano que entró en la lista de los 20 principales países emisores de dióxido de carbono, contribuyendo con el uno por ciento de las emisiones de ese año, frente al 14 por ciento de Estados Unidos.
Tiempo de cambios
Así que mientras el invierno se desarrolla en Estados Unidos, es importante recordar que es “temporada de peligro” en otros lugares. Hay personas reales en lugares reales, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, que sufren consecuencias también reales por las acciones intencionadas de las empresas de combustibles fósiles y las lentas medidas que adoptan los responsables políticos. Es hora de exigir responsabilidades a estas empresas y a nuestros representantes políticos.
Si vives en Estados Unidos, puedes contribuir a este esfuerzo escribiendo una carta a tu senador, instándole a avanzar en la investigación del Congreso sobre las prácticas de desinformación de la industria de combustibles fósiles con respecto al cambio climático. Haciendo que estas empresas rindan cuentas, tendríamos por fin la oportunidad de dejar los combustibles fósiles como es necesario y limitaríamos la gravedad de la temporada de peligro.
Y así, veríamos algo de justicia. Justicia para las personas perjudicadas por las empresas de combustibles fósiles y la crisis climática que han provocado, incluidas las que ven su existencia amenazada durante lo que se ha convertido en la temporada de peligro.